TRABAJADORES GRATUITOS

TRABAJADORES GRATUITOS

Cada vez, somos más los trabajadores gratuitos…

Recientemente acudí a un conocido distribuidor de ropa deportiva para adquirir unas sandalias para ir a la playa.

La experiencia transcurrió sin incidentes hasta el momento de efectuar el pago. Cuál fue mi sorpresa al recibir instrucciones de una empleada, como si fuera lo más natural del mundo, para que me dirigiera a una máquina con el objetivo de auto-cobrarme mi propia compra, o eso creí entender. 

Mi comprensión del mensaje recibido era la correcta. Absorta por la situación, deposité las sandalias en un cubículo metálico y al hacerlo, en la pantalla frente a mí, apareció el precio a pagar. Para mi sorpresa no había ningún descuento sobre el precio original, hecho que sería lo más normal al tener que hacer yo misma el trabajo que antaño desempeñaba el encargado o la encargada de la caja registradora. Al menos, eso ocurre, por ejemplo, en Italia, cuando se reposta combustible en una estación de servicio: si te sirve un operario, el precio por litro es unos céntimos más caros que si te sirves tú mismo. Tiene sentido, ¿verdad? 

En mi caso, las sandalias me costaron lo mismo que a otros clientes atendidos por un cajero o cajera, en otro de los múltiples centros de esta famosa cadena de tiendas, y encima, para mayor descaro, me las tuve que cobrar yo misma. Así que, sin tan siquiera darme cuenta, me había convertido en una trabajadora gratuita

En un futuro, tal vez, lleguemos a ver promociones publicitarias del tipo: “Y con su décima compra podrá, además, ¡limpiar los aseos de la quinta planta de nuestro centro comercial!”. 

El caso es que, cada vez, somos más los trabajadores gratuitos. No sólo trabajamos gratis en los comercios sino también en los aeropuertos, ya que muchas compañías exigen que facturemos nuestro propio equipaje. O en los bancos, ¿quien no ha obtenido su propio certificado bancario online?, por poner algunos ejemplos. El resultado es que todos esos empleos de cajero/a, azafato/a, moza/o de gasolinera o trabajador(a) de banco se destruyen y esas personas pasan a engrosar las listas del paro.

Me podríais rebatir diciendo que el progreso exige una automatización. Y estoy de acuerdo, sin embargo, este no es el caso. Automatización es lo que le pasa al padre de Charlie en la película Charlie y la fábrica de chocolate cuando es despedido al ser reemplazado por una máquina para realizar su trabajo que consistía en enroscar los tapones de los tubos de dentífrico. Aquella máquina era autómata, autosuficiente y funcionaba sola. Sin embargo, en el caso que nos ocupa, las nuevas máquinas cobradoras siguen necesitando a una persona para que las haga funcionar, pero…, y es un gran pero el que marca la diferencia, ahora esa persona ya no recibe un sueldo a cambio.

La empresa adquiere las máquinas y se ahorra muchísimos empleos, ahora desempeñados por la inconsciente voluntariedad de los consumidores.

Personalmente, he tomado la decisión de no comprar en comercios cuya única forma de pago sean las cajas self-service (tal vez la única salvedad, sean las gasolineras, y es que Italia pilla un poco lejos para repostar de forma cotidiana).

En los comercios con varias opciones, como los supermercados, prefiero, sin duda, que me cobre un empleado no robotizado; de esa forma estoy contribuyendo indirectamente a que se conserve ese puesto de trabajo.

Creo firmemente que la sociedad la construimos entre todos. 

¿Cuál es vuestra elección? ¿Trabajador(a) gratuito/a? o ¿Empleo remunerado?

Foto cedida por © Javier A. Bedrina – www.bedrina.com