LOS SECRETOS TRAS EL SECRETO ADAMANTINO- PARTE I

LOS SECRETOS TRAS EL SECRETO ADAMANTINO- PARTE I

¿IMAGINACIÓN? SÍ, GRACIAS

La imaginación es la “capacidad para concebir ideas, proyectos o creaciones innovadoras”.

Por mi parte, siempre me he considerado una persona pasional y dotada de una gran imaginación… Ya de pequeña imaginaba historias dignas de una novela de Julio Verne y realizaba dibujos y pinturas que, por su colorido y originalidad, incluso ganaron un concurso… Así fue como obtuve mi primer ordenador (creo que era un Spectrum), uno de esos aparatos que cargaban juegos con cintas durante innumerables minutos, emitiendo ruidos a cada cual más agudo y desagradable y unas luces de colores, capaces de causar más de un trastorno ocular. Y cuando ya estaba el juego casi cargado… ¡Zas! El ordenador se colgaba, hecho que ocurría nueve de cada diez veces …  ¡Estos juegos nos hicieron cultivar la paciencia a una generación entera! Hoy en día, en la sociedad de la inmediatez, pocos aguantarían ese ritual lúdico y a más de uno le sobrevendría un ataque de ansiedad. Y no os creías que dichos juegos eran un dispendio de creatividad… tenían menos detalles que el salpicadero de un Panda. Pero lo que le faltaba al juego en diseño, lo suplíamos con imaginación.

Imaginación y paciencia, herramientas básicas para cualquiera inmerso en el arte de escribir. En mi caso, contaba con ambas: una innata y la otra adquirida en mi niñez, en parte gracias al Spectrum. Así que un día, tras llevar varios años dedicados a la investigación clínica, me dije… “¿Por qué no uso mi imaginación para acercar la ciencia a todo el mundo?”  “¡Perfecto!, escribiré una novela”, me respondí.  

Ya os adelanto que no fue en absoluto “dicho y hecho”. Fue más bien dicho y … ¡fiasco! Dicen que, para lograr el éxito, antes hay que fracasar unas cuantas veces. 

Pues bien, cargada de entusiasmo y voluntad, reuní trillones de datos sobre diversos temas científicos, todos de interés, y los plasmé en un libro en el cual cada capítulo hablaba de un tema en concreto. 

Todo escritor tiene que vencer en algún momento el vértigo que le produce leer sus propias líneas…en especial si estas son las primeras. En mi caso más que vértigo me causó un profundo sopor. Solo el primer capítulo, que versaba sobre odontología, contaba con más de treinta páginas de datos y más datos que se sucedían uno tras otro sin orden ni concierto. 

Ante tal despropósito y desatino literario, y venciendo, a su vez, al desánimo que bien podría conllevarlo, decidí hacer un nuevo libro, esta vez únicamente centrado en la odontología. 

Pero ese libro no fue ni de lejos “El secreto adamantino” …

Os lo cuento en mi siguiente post.

Foto cedida por Clever Visuals en Unsplash